La inteligencia artificial (IA) está transformando el panorama de la propiedad intelectual, generando dilemas sobre la autoría y titularidad de sus creaciones. Sistemas avanzados como The AI Scientist de Sakana AI ya son capaces de automatizar procesos creativos, desde la generación de ideas hasta la redacción de textos científicos.
El problema radica en que la IA carece de identidad propia, lo que convierte su producción en intrínsecamente anónima. ¿Quién es el verdadero autor? ¿El programador, el usuario que la emplea, la empresa desarrolladora?
Este vacío legal no es nuevo y ha sido abordado en el libro “El derecho de autor de los humanoides en un mundo global”, donde se analizan las distintas soluciones propuestas a nivel internacional. Entre ellas, destacan:
El reconocimiento de derechos de autor a la IA, otorgándole personalidad jurídica (como ocurre con las empresas).
El modelo de “derecho conexo”, donde los derechos recaerían en los desarrolladores o propietarios del sistema.
La atribución al usuario final, quien sería considerado autor en función del grado de intervención humana en el proceso creativo.
Cada solución tiene implicaciones jurídicas y filosóficas profundas que los sistemas legales aún deben afrontar. Lo cierto es que el derecho de autor, basado en la idea tradicional de la creatividad humana, está siendo desafiado por una tecnología capaz de producir sin intervención humana directa.